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Se trata principalmente de plantas que, mediante la fotosíntesis, transforman la energía solar en materia orgánica. En las selvas húmedas mexicanas destacan árboles majestuosos como la caoba (Swietenia macrophylla), la ceiba (Ceiba pentandra) y el cedro rojo (Cedrela odorata), que pueden superar los 30 metros de altura y forman el dosel superior. Bajo ellos prosperan palmas como el tepejilote (Chamaedorea tepejilote), así como arbustos y plantas del sotobosque como el platanillo (Heliconia bihai). También abundan las lianas y epífitas —orquídeas, bromelias, musgos y líquenes— que aprovechan la humedad y la estructura de los árboles para desarrollarse. Esta vegetación no solo produce oxígeno y alimento, sino que también regula el microclima interno de la selva, manteniendo la humedad y la temperatura estables.