Servicios ambientales:

Las selvas han sido tradicionalmente fuente de maderas preciosas, leña y diversidad plantas y animales para la subsistencia de comunidades rurales e indígenas. Además, son sustento de los procesos de funcionamiento de los ecosistemas incluyendo ciclo de nutrientes y agua, retención y formación de suelos, hábitat de biodiversidad, regulación del clima, erosión y eventos extremos, mantenimiento de la biodiversidad. También desempeñan un papel importante en la regulación de polinizadores, plagas y vectores de enfermedades. Así mismo, la producción de miel depende de múltiples especies de abejas nativas, europeas y africanizadas que visitan más de 100 especies de plantas de las selvas húmedas.

Implicaciones de la actividad humana:

Biológicas:

La actividad humana en las selvas tropicales húmedas de México ha generado profundas alteraciones biológicas. La deforestación para abrir paso a la agricultura, la ganadería o la urbanización ha reducido drásticamente los hábitats de especies emblemáticas como el jaguar (Panthera onca), el tapir (Tapirus bairdii) o la guacamaya roja (Ara macao). Esta pérdida de hábitat no solo disminuye el número de individuos, sino que fragmenta las poblaciones, impidiendo el flujo genético y debilitando la resiliencia de las especies. Además, la tala y quema modifican los ciclos naturales de agua, nutrientes y polinización, lo que repercute en la estabilidad del ecosistema. La introducción de especies invasoras y el aumento de enfermedades transmitidas por vectores son consecuencias adicionales de la alteración humana. En suma, la presión sobre la selva erosiona su capacidad de sostener la biodiversidad que la hace única.

Económicas:

Desde el punto de vista económico, las selvas húmedas han sido vistas históricamente como fuentes de riqueza inmediata. La extracción de maderas preciosas como la caoba o el cedro rojo ha generado ingresos, pero a costa de la degradación del ecosistema. De igual forma, la conversión de selva en potreros o monocultivos de soya y palma africana produce beneficios de corto plazo, aunque compromete la fertilidad del suelo y la sostenibilidad a largo plazo. Sin embargo, la selva también ofrece servicios ecosistémicos de enorme valor económico: regula el clima, almacena carbono, protege los suelos y provee agua. Su destrucción implica costos ocultos que tarde o temprano recaen en las comunidades y en el Estado. Por otro lado, el ecoturismo y la bioprospección representan alternativas económicas sostenibles, siempre que se gestionen con responsabilidad y respeto por los límites ecológicos.

Políticas

En el ámbito político, la conservación de las selvas tropicales húmedas plantea enormes retos de gobernanza. México ha establecido áreas naturales protegidas como Calakmul o Montes Azules, pero la falta de recursos, vigilancia y coordinación interinstitucional limita su efectividad. A menudo surgen conflictos por el uso del suelo entre comunidades locales, empresas privadas y gobiernos, lo que refleja la tensión entre desarrollo económico y conservación ambiental. Además, la protección de la selva está vinculada a compromisos internacionales, como los acuerdos sobre cambio climático y biodiversidad, que exigen al país implementar políticas de reducción de emisiones por deforestación. Sin embargo, la corrupción y el tráfico ilegal de madera y fauna socavan estos esfuerzos. Así, la selva se convierte en un escenario donde se cruzan intereses locales, nacionales e internacionales, y donde la política ambiental se mide en la práctica más que en el discurso.

Sociales:

Las implicaciones sociales de la actividad humana en las selvas húmedas son igualmente profundas. Muchas comunidades indígenas y rurales dependen directamente de la selva para su subsistencia: obtienen alimentos, medicinas, materiales de construcción y recursos culturales. La degradación del ecosistema amenaza no solo su economía, sino también su identidad cultural y sus formas de vida tradicionales. La pérdida de tierras fértiles y de recursos naturales obliga a muchas familias a migrar, generando desarraigo y pérdida de cohesión comunitaria. Además, la disputa por tierras y recursos puede derivar en conflictos sociales entre comunidades, empresas y autoridades. Al mismo tiempo, la falta de educación ambiental y de políticas de inclusión limita la participación de estas comunidades en la toma de decisiones sobre la conservación. En este sentido, la selva no es solo un espacio natural, sino también un territorio social donde se juegan derechos, identidades y futuros colectivos.